Por estos días se desarrollará en Barranquilla el “Congreso de Empresarios del Gran Caribe”, organizado por Acopi, buscando que sus afiliados se animen a exportar, pues muy pocos lo hacen.
A propósito, no es fácil entender que las exportaciones en los últimos años han venido cayendo a nivel nacional y, sobre todo, regional. En el Atlántico, por ejemplo, en el 2023 disminuyeron casi un 10 % (Fundesarrollo) y este año están cayendo el 4 % (Analdex).
En primer lugar, el Caribe colombiano cuenta con 1.800 kilómetros de costa; posee por lo menos 5 puertos de primer orden y uno de estos, Cartagena, es el tercero en el mundo en eficiencia; están vigentes 17 TLC que Colombia ha firmado con igual número de países, y el 87 % de las exportaciones nacionales salen por nuestra región.
Pero además, nuestra posición privilegiada nos hace estar muy cerca, de frente y en el centro, de unos 30 países que integran el Gran Caribe, que importan de regiones lejanas unos US 850 mil millones al año (casi 300 veces lo que exporta el Atlántico), conforman un mercado de unos 250 millones de habitantes (100 veces nuestra población), la mayoría habla nuestro idioma y tenemos costumbres, formas de ser, aficiones y gustos muy similares y con los cuales tenemos otros acuerdos comerciales específicos. Aparte de estar muy cerca también del mercado considerado el mayor consumidor del mundo: EE. UU.
Entonces: ¿Cuál es el impedimento que tienen nuestros medianos pequeños y microempresarios (que son la gran mayoría) para aprovechar todas esas ventajas y exportar sus productos…?
Creemos – con base en la experiencia que tuvimos hace algún tiempo al entrevistar en los principales países de la cuenca del Caribe a ministros de comercio exterior, turismo y desarrollo económico, directores de agencias de promoción de inversiones, gerentes de zonas francas y puertos, dueños de navieras, empresarios, directores de cámaras de comercio, coordinadores de TLC, representantes de proexport, historiadores, periodistas, etc – que es la falta de conocimiento de los mercados.
Es decir, no poseen la mínima información sobre sus potenciales compradores, lo que les genera aversión al riesgo, además de no tener los recursos para intentar la conquista de nuevos mercados sin una mayor certeza.
Es allí donde proponemos crear un nuevo ente que aglutine la capacidad y habilidad de la academia en hacer inteligencia de mercados para obtener y manejar los datos y estudios respectivos, con el apoyo de las entidades gubernamentales y gremios y la mentoría de algunos grandes empresarios, para prestarles una asesoría personalizada y acompañarlos a exportar.
Se podría comenzar con un piloto de un grupo de pequeñas empresas o unos productos específicos.
Tomemos un ejemplo hipotético.
Imaginemos que una pequeña empresa produce aquí un lápiz (por decir cualquier producto) a un costo total (incluidos nómina, producción, distribución, servicios públicos, impuestos, publicidad, etc.) de $ 4.000 (equivalente más o menos a US$1) y lo puede vender internamente a $ 4.400, con una utilidad del 10 %.
Pero resulta que el ente asesor que hemos planteado le informa que ha encontrado uno o varios compradores, en un país cercano, que están dispuestos a comprarle el doble de su producción actual y pagarle a US$1,70 cada lápiz (equivalente a $6.800), lo cual es muy probable. Es decir, con una ganancia cercana al 60 %, después de haber asumido los costos adicionales de trámites y fletes.
¡Seguramente, ese pequeño empresario bajo esas nuevas perspectivas se motivará a hacer un préstamo para ampliar su planta de producción, contratar más personal, transformarse tecnológicamente, mejorar la eficiencia de sus procesos, obtener las certificaciones de calidad… y a exportar.